La dama de Nieve
En algunos pueblos del Dniéper existía la creencia en las andanzas de Sgroya, una hermosa mujer con extraños poderes. Aunque podía adoptar apariencias diferentes, solían describirla como una joven alta y llamativa. El calificativo “de nieve” no aludía a su palidez ya que, algo no común entre los eslavos, tenía la piel morena y el cabello oscuro y rizado, que realzaban la expresión de sus bellos ojos. Se debía a otras cualidades: aparecía en las frías rutas de caminantes y jinetes para ofrecerles sus amores. Esa casi siempre irresistible invitación, de ser aceptada, resultaba fatal para el incauto, que seguramente terminaba muerto o mutilado. Según la leyenda, para alcanzar sus propósitos Sgroya se valía de todas los recursos de seducción que una mujer puede tener. Al principio, era sensual y dulce, y capaz de proporcionar infinitos placeres eróticos. Una vez despertado el irrefrenable deseo de sus víctimas y privadas éstas de su voluntad, ella se volvía gélida, paralizándoles el corazón. Eventualmente, su cuerpo helado y convertido en filosa arma, mutilaba a su amante sin piedad. En ocasiones, no provocaba daño físico alguno sino que se limitaba a enamorar perdidamente y luego abandonar al infeliz hombre, para hacerlo enloquecer. Algunos la suponen una deidad femenina dedicada a castigar la conducta de los hombres infieles, otros ven en ella el espíritu de alguna mujer ofendida por el mal proceder de su compañero. Como fuera, esta superstición, muy extendida entre las gentes de escasa instrucción era bien aprovechada por los sacerdotes, siempre celosos de la moral de sus feligreses. Y por las esposas... en aquellos tiempos de enormes distancias, largas ausencias y vodka. Eso dicen los descreídos de siempre. En Ucrania ya nadie habla de Sgroya como en el siglo pasado. La modernización, las comunicaciones, el Glasnost y la Perestroika han surtido efecto. Pero quién sabe... tal vez sólo emigró y merodea por cualquier parte del mundo.