Una de las leyendas más famosas, quizás por ser premonitoria de la catástrofe ocurrida en Ribadelago, es la que narra el origen del Lago.
Cuentan que un buen día llegó a la aldea de Villaverde de Lucerna un peregrino pidiendo limosna, y al que nadie le atendió, salvo unas mujeres que estaban cociendo pan en el horno de este pueblo.
Éstas se apiadaron del él, y le dejaron entrar en la sala del horno para que pudiera guarecerse del intenso frío y saciar su hambre con algo más de masa que pusieron en el horno. La masa que introdujeron en el horno creció tanto que finalmente el pan se salió del horno y, las mujeres, sorprendidas ante este hecho, escucharon de boca del peregrino, que resultó ser Jesucristo, el castigo que iba a implantar al pueblo ante su falta de caridad:
inundaría la aldea, por lo que debían de huir de sus casas para refugiarse en el monte. Seguidamente el hombre clavó su bastón en el suelo diciendo:
"
Aquí clavo mi bastón aquí salga un gargallón aquí cavo mi ferrete que salga un gargallete."
El agua brotó a borbotones anegando el pueblo de Villaverde, salvándose de las aguas tan solo el horno, que conforma hoy en día la pequeña isla que hay en el Lago.
Sigue contando la leyenda que los vecinos de los alrededores quisieron sacar las dos campanas de la iglesia hundida, empleando para ello a dos jatos que estuvieran bien alimentados. Sin embargo a uno de ellos le había ordeñado a la madre y no había podido mamar, derramándose parte de la leche ordeñada por el lomo del animal.
Este finalmente no pudo sacar la campana del fondo del Lago y el bien alimentado le decía:
"T
ira buey bragau que la leche quí ordeñarum por el llomu le fue echau Ven aquí bragau. -No puedo, quíestoy ordeñau, le contestó"
La campana que se hundía le decía a la otra que salía:
"
Tu te vas, Verdosa, yo me quedo Bamba y hasta el fin del mundo no seré sacada"
Y esta es la campana que los hombres de bien pueden oir repicar desde el fondo de las aguas la noche de San Juan.