A los famosos les gusta sentirse privilegiados, mimados, diferentes al resto de los mortales y se encargan de dejarlo claro con peticiones y antojos que difieren mucho de lo que llamaríamos "normal". Los hay exigentes en cuanto a su cuidado personal, higiene, espacios en los que habitan e, incluso, auténticos malcriados que pelean por ver quién es más estrafalario.Estrellas vemos, berrinches no sabemosMuchos astros de la gran pantalla y divos de la canción miden su poder mediático y de convocatoria, reafirman su caché en definitiva, por medio de sus exigencias contractuales.
Es una especie de “
no eres tanto, si no pides mucho”. Y es que hay algunos caprichos que a fuerza de extravagantes parecen incluso indeseables.
En su viaje a la ciudad colombiana de Bogotá, JLo y Marc Anthony exigieron como parte indispensable del contrato que les cerraran un centro comercial para ir de shopping sin el agobio de la gente, sin sentirse observados por las hordas de fans que les persiguen a todos lados.
No contentos con dicho privilegio, pidieron ser alojados en una mansión alejada del núcleo metropolitano, lejos del ruido y con los seguros pertinentes para prevenir incidentes con sus admiradores, que no lo serían tanto si conociesen el rechazo que provocan en sus ídolos.
Y si se trata de cuidarse, la Lopez no escatima ya que frota su anatomía con la crema La Mer, que vale $1200 un tarrito de 16 onzas (
poco más grande que una lata de refresco).
Y a pesar de que ella sigue siendo una chica latina del Bronx, andar no es lo suyo si no paga a un “
personal trainer” para que la obligue. En Inglaterra contrató un convoy de siete limusinas para que la llevaran a almorzar ¡a dos cuadras del hotel!.
Parece que compiten entre sí para ver quién pide la mayor cantidad de excentricidades. Resulta incluso estresante. Las malas lenguas aseguran que el rey del pop, Michael Jackson, en su gira por el país de la pampa pidió una determinada máquina de pinball para jugar, que hubo que rentar a una prestigiosa multinacional de videojuegos y trasladar hasta la ya de por sí fantástica suite del hotel donde se hospedaba. Por lo visto al cantante se le había antojado, asegurando que anularía el concierto en la cancha del River si no conseguía su anhelado Pinball.
Pero el famoso excéntrico, no se queda solo en esto de pedir, y es que los ricos y famosos parece que no aprendieron bien de chiquitos aquello de “
pedir es de mala educación”, más bien parecen adeptos del dicho: "“
el que no llora no mama"”.
Paulina hace honor a su apodo.Otra latina muy en boga por su reciente matrimonio con el español '
Colate', es Paulina Rubio, que se hace con la medalla de oro en cuestión de caprichos, y es que por algo la llaman la '
Chica dorada'.
En ella todo es exclusividad y lujo. En Perú aún recuerdan su estadía por lo increíblemente pesada que se puso la vocalista, y es que su “
wish list” parecía el cuento de nunca acabar: que si un camerino de 40 metros cuadrados, agua mineral en tres temperaturas distintas, sushi de del mejor catering de Miami, vitaminas azucaradas y toallas blancas perfumadas. Cuando llegó a la sesión de fotos, miró todo y no tocó absolutamente nada. Esto si es una diva.
También le gusta ir de compras. Le encantan los zapatos mexicanos y le gusta comprar por internet. La cibernética beldad, según dicen los rumores, llegó a gastar
$3000 en cuatro pares de botas.
Pero Pau no es egoísta e igual que se cuida a ella, le gusta mimar a sus seres más queridos. Miranda, su perrita (
que murió recientemente) y de la cual no se separaba, era una renombrada gourmet y la artista pedía bandejas de queso francés para su cachorro.
La reina de los "
locos bajitos", Xuxa, viaja a todos lados con su cocinero personal.
Alejandro Sanz, que presume de ser humilde, tampoco se libra de pedir, ya que no entra a un camerino sin que tenga grandes cantidades de cerveza.
Madonna, por su parte, entre otras muchas cosas, pide agua mineral francesa. Y Mariah Carey usa el líquido francés para bañarse ella y su mascota. Además, pide que le coloquen una tapa nueva al inodoro y las sábanas de hilo que envía al hotel deben estar ya en la cama cuando ella llega. Leer para creer.
En cuanto a las estrellas del celuloide, no se quedán atrás, también ellos necesitan ciertas diferencias para sentirse a gusto. Ben Affleck adora el juego, en concreto el black jack. Aunque parezca increíble, no es en el juego donde se deja su fortuna, sino que éste le financia sus pequeños caprichos: enormes cantidades monetarias gastadas en ropa de marca. Se rumora que llegó a gastarse hasta $18000 en trajes de Gucci y Dolce & gabbana, sus diseñadores predilectos.
Sus facturas no se quedaron ahí, a su esposa, Jennifer Garner, la agasaja en igual medida, aunque nunca se vio su cuenta tan dañada como cuando mantenía una relación sentimental con Jennifer López a la que le compró: un Rolls-Royce Phantom, que cuesta la friolera de $350 mil, un Ferrari de $230 mil, un anillo de diamante rosado de $1.2 millones y un inodoro con incrustaciones de rubíes, zafiros, perlas y diamantes. Escatológicamente enternecedor, caro y de mal gusto.
Pero si creían que los lujos ridículos eran propiedad exclusiva de los frívolos actores y cantantes, se equivocan, renombradas personalidades del mundo de las finanzas y la política, se conforman a golpe de chequera con lujos tan excéntricos como innecesarios.
A Bill Gates, considerado el hombre más y rico y poderoso de la tierra por la revista Forbes, también le va la buena vida. Aunque en su caso está más justificado por las cuantiosas sumas de dinero que dona a los desfavorecidos. Tiene incluso una fundación habilitada al efecto.
No obstante, y sin que sirva de eximente, Gates es un ávido coleccionista. El magnate del software se compró su propio avión por $21 millones y además gastó $30.8 millones en uno de los manuscritos originales del polifacético artista italiano Leonardo Da Vinci.
Tras el éxito televisivo de Friends, Matthew Perry, el más dicharachero de la pandilla de la caja tonta, ya no se preocupa por las facturas, y no le tiembla la mano al firmar un cheque cuando se trata de darse placer.
En un viaje a Londres para ser parte de la producción Sexual Perversity, el astro de la televisión americana decidió que no tenía suficiente espacio para estar cómodo. ¿La solución? Rentó tres penthouses en Londres que le costaron 5 mil dólares por noche, casi nueve veces más que lo que le estaban pagando los productores del show.
El cantante Luis Miguel es otro de los más exigentes. Cuando está dando conciertos pide cortinas negras en su estancia que impidan la filtración de la luz. En su camerino debe haber agua embotellada, bebidas energizantes, carnes frías, fruta, tequila, vodka y whisky, y siempre se hospeda en la suite presidencial donde, por supuesto, las toallas serán totalmente blancas.
Respecto a los olores también es exigente: velas con olor a vainilla, tumbona de masajes, bicicleta para mantenerse en forma y un chef exclusivo que le cocine comida turca y ensaladas exóticas… son otras de las exigencias de sus contratos.